CORTÁZAR VERSUS TIZIANO

El amor sagrado y el amor profano
por
TIZIANO
Esta detestable pintura representa un velorio a orillas del Jordán. Pocas
veces la torpeza de un  pintor pudo aludir con más abyección a las
esperanzas del mundo en un Mesías que brilla por su ausencia; ausente del
cuadro que es el mundo, brilla horriblemente en  el obsceno bostezo del
sarcófago de mármol, mientras el  ángel encargado de proclamar la
resurrección de su carne patibularia espera inobjetable que se cumplan los
signos. No será necesario explicar  que el ángel es la figura desnuda,
prostituyéndose en su gordura maravillosa, y que se ha disfrazado de
Magdalena, irrisión de irrisiones a la hora en que la verdadera Magdalena
avanza por el camino (donde en cambio crece la venenosa blasfemia de dos
conejos).
El niño que mete la mano en el sarcófago es Lutero, o sea, el Diablo. De
la figura vestida se ha dicho que representa la Gloria en el momento de
anunciar que todas las ambiciones humanas caben en una jofaina; pero está
mal pintada y mueve a pensar en un artificio de jazmines o un relámpago de
sémola.

EL AMOR SAGRADO Y EL AMOR PROFANO
TIZIANO

Nunca una crítica a una obra de arte fue tan cruel y al mismo tiempo tan incólume y por tanto certera.

El genio de la pluma, no se corta un pelo a la hora de juzgar a Tiziano, pero su crítica constructiva y sin acritud  le resta dedos que añadir a la llaga y le añade respeto, como si le hablara directamente al genio del pincel, de tú a tú, como dos colegas compartiendo una cerveza en una noche de verano, en la que nadan batallas vencidas y perdidas y momentos enfrentados, que sin embargo no han mermado el poder del sentimiento que les une.

Así es Cortázar. Te lima por dentro, te lustra el corazón a golpe de entendederas viscerales, y te deja como nuevo, a pesar de las embestidas. Ciertamente Cortázar era un hombre "dulzante". El rey de reyes de los Cronopios.